miércoles, 5 de febrero de 2014

Haruki Murakami

Por hoy os dejamos con esta introducción al mundo del famoso escritor japonés Haruki Murakami escrita por un buen amigo de SakuraKey. Os recomendamos que visitéis su blog (tiporaretto.blogspot.com) en el que diserta sobre ese y otros temas.



En uno de los primeros pasajes de “Tokio Blues”, dos jóvenes pasean juntos sin apenas hablarse durante kilómetros, y Murakami los acompaña fijándose morosamente en las hojas de cerezo, el sol de media tarde, el pasador del pelo de la chica.

Aunque al leerlo todavía no lo sabemos, están devastados por la tragedia y su vida les está cambiando delante de nosotros, mientras Murakami nos habla de la casualidad de encontrarse en la línea Chūō de camino a las librerías de viejo de Kanda, y de caminar sin rumbo hasta encontrarse en Komagome sin saber cómo.

Haruki Murakami no se dedicó a escribir hasta bien entrado en la treintena; antes de eso, trabajó en una tienda de discos, y después regentó durante años un club de jazz. Como Watanabe, el protagonista de “Tokio Blues”, que trabajaba en una tienda de discos; o Hajime, el de “Al Sur de la frontera, al Oeste del Sol” que tenía un club de jazz.

A ambos les gusta la música, especialmente un tipo de baladas jazz pausadas y cálidas, como “So what”, o “Star-crossed lovers”, en el que los músicos se esfuerzan por esconder su virtuosismo, de la misma forma que Murakami hace a sus personajes pasear en silencio por Tokio mientras él aparenta estar distraído por el viento del sur que barre los oscuros nubarrones que cubrían el cielo.

Sus protagonistas son habitualmente hombres callados a los que les encanta hablar, y cuando lo hacen sus conversaciones brotan naturalmente y parecen sencillas, pero todas dejan destellos de profundidad; y en muchos de sus cuentos cortos, recopilados en “Sauce ciego, mujer dormida”, simplemente plantea los contornos de la historia (la rutina del protagonista, por ejemplo, el pasador del pelo y el sol de media tarde), sin explicarnos su significado; nos agarra de la mano, nos sonríe tímidamente, y nos va meciendo poco a poco con el sonido dulce de la trompeta hasta que el cuento se acaba y vemos que hemos llegado, por ejemplo, a Komagome, sin saber cómo.

N. Ramalleira

4 comentarios: